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MENSAJE DEL DIRECTOR GENERAL

EDITORIAL PERIÓDICO RÉPLICA 130

El tiempo transcurre inexorable y ya entramos a Diciembre, último mes de este año 2022 que a la vez, fue prácticamente el primer año completo de la Administración del Nuevo Gobierno Estatal que preside Miguel Ángel Navarro Quintero. Como tradicionalmente a Diciembre se le reconoce como el mes de la concordia, los regalos y los buenos deseos, creo que es momento propicio para que los nayaritas hagamos nuestros mejores esfuerzos para superar diferencias y para desearnos recíprocamente lo mejor. ¿Y como regalo? Personalmente no tengo la menor duda respecto a que todos los nayaritas bien intencionados desearíamos como regalo único, que esta hermosa temporada sensibilice profundamente a quienes tienen en susmanos la delicada tarea de gobernar y con ello; tengan la necesaria humildad y el buen juicio que se requiere para tomar buenas decisiones. Al respecto de este tema habría que recordar que en estos días, quienes representan al pueblo, tienen en sus manos y bajo su responsabilidad el estudio de diferentes iniciativas y propuestas de reforma que tanto el Ejecutivo, como los diferentes Ayuntamientos de la entidad les han hecho llegar. La Ley de la Hacienda Pública y las propuestas de reforma a la Ley de Ingresos Estatal y para los municipios son los documentos sobre los que la ciudadanía mantiene mayor expectativa en virtud de que es en éstos, en los que –vía Congreso- se autorizan o se rechazan los incrementos de impuestos y pagos por diversos servicios que se brindan a través de la Administración Pública. ¿Qué sorpresas nos tienen nuestros Representantes del Congreso nayarita? Muy pronto lo sabremos... y ojalá sean Buenas Nuevas navideñas; pues vaya que la economía de la población ya no alcanza para más. Reciban un cordial saludo

lunes, 19 de septiembre de 2022

DE LOS ORÌGENES DE LA DEMAGOGIA


Efraín Moreno Arciniega 

“A la postre, el engaño resulta un humilde parásito de la ingenuidad” José Ortega y Gasset. 

Los demagogos surgen con el nacimiento de la democracia. Así fueron denominados estos políticos por Platón y luego por Aristóteles, siguiendo sus raíces etimológicas, como los guías del pueblo y como los representantes de la democracia. 

Estos dos grandes filósofos consideraron también que dichos lideres gobernaban mal al Estado ateniense; y que si se mantenían en el poder era por los engaños de que se valían ante un pueblo ignorante. Esta concepción platónica y aristotélica de los demagogos, se ha mantenido a través de la historia: “políticos que con mentiras y artilugios engañan al pueblo para arribar y mantenerse en el poder”. Fue Pericles, considerado históricamente como el fundador de la democracia, el primer demagogo y mal gobernante según Platón. 

Otra característica que ha prevalecido de los demagogos a través de la historia, además del engaño, son las dádivas que otorgan a los ciudadanos. Nos dice Tucídides en su obra “Historia de la Guerra del Peloponeso”, cómo Pericles logró controlar el Areópago, que era el Consejo Ateniense donde se tomaban las decisiones del estado, a través de ofrecer viajes a los ciudadanos a las diferentes islas del Mar Egeo. 

Catilina, el otro gran demagogo de la antigüedad clásica, logró casi postrar al Imperio Romano, prometiéndoles a sus seguidores tierras de cultivo, y la exención de impuestos. Ahora son otras dádivas; pero la estrategia de estos políticos se conserva. 

Ortega y Gasset en su libro “La rebelión de las masas”, señala al respecto: 

“Es en efecto, muy difícil salvar una civilización cuando le ha llegado la hora de caer bajo el poder de los demagogos. Los demagogos han sido los estranguladores de civilizaciones. La griega y la romana sucumbieron a manos de esta fauna repugnante, que hacía exclamar a Macaulay: “En todos los siglos, los ejemplos más viles de la naturaleza humana se han encontrado entre los demagogos”. 

Pero no es un hombre demagogo simplemente porque se ponga a gritar ante la multitud. La demagogia esencial del demagogo está dentro de su mente y radica en su irresponsabilidad ante las ideas mismas que maneja y que él no ha creado, sino recibido de los verdaderos creadores. 

La demagogia es una forma de degeneración intelectual. Señalo sobre ello, y sobre cualquier discurso de todo hombre, que el dicho de una persona, no necesariamente implica verdad, pues este también puede conllevar la mentira. 

Por ello, escuchar lo que alguien nos dice conlleva siempre una dificultad para nosotros: creer o no creer en las palabras que escuchamos. 

El mismo Ortega y Gasset les decía a los franceses en el prólogo de esta misma obra en una edición dedicada a ellos: “Definimos al lenguaje como el medio que nos sirve para manifestar nuestros pensamientos. Lo de menos es que el lenguaje sirva también para ocultar nuestros pensamientos para mentir. No: lo más peligroso de esta definición es la añadidura optimista con que solemos escucharla. Porque ella misma no nos asegura que mediante el lenguaje podamos manifestar, con suficiente adecuación, todos nuestros pensamientos. 

Dóciles al prejuicio inveterado de que hablando nos entendemos, decimos y escuchamos tan de buena fe que acabamos muchas veces por malentendernos mucho más que si, mudos, procurásemos adivinarnos. 

Se ha abusado de la palabra y por eso esta ha caído en desprestigio. Como en tantas otras cosas, ha consistido aquí el abuso en el uso sin preocupaciones, sin conciencia de la limitación del instrumento”. De este modo, para Ortega y Gasset, hay que siempre tomar en cuenta dos limitaciones del lenguaje: El pensamiento expresado no necesariamente implica verdad. 

Y la limitación de todo lenguaje de poder manifestar, a través del mismo, todos nuestros pensamientos. 

Descubiertos ante la nación en su incapacidad de gobernarla, nuestros actuales políticos soslayan señalamientos de contradictorios en sus discursos y sus hechos en asuntos tan relevantes para la república como lo son la militarización del país, la economía, la salud, el bienestar y la educación; pasando a lo caricaturesco al señalar: ¡No somos iguales! 

Así pues, qué creerles a los políticos. 

Lo que sí tengo claro, es que muchos de nuestros políticos no se parecen en nada al Quijote de la Mancha; pues este como Caballero Andante, tenía por regla de conducta la abominación a todo tipo de mentiras, y en opinión de Miguel Catalán González, la defensa a ultranza de la verdad.

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