No cabe duda: de niño A mí me seguía el Sol... Andaba detrás de mí... Como perrito faldero... Despeinado y dulce, Claro y amarillo... Ese Sol con sueño... Que sigue a los niños... Saltaba de patio en patio, Se revocaba en mi alcoba. Aún creo que algunas veces... Lo espantaban con la escoba, y a la mañana siguiente, ya estaba otra vez conmigo, despeinado y dulce, claro y amarillo: Ese sol con sueño que sigue a los niños. Un hermoso poema, que al releerlo, inevitablemente me lleva a los recuerdos más felices de mi infancia. Hoy no sé si este poema esté en algún libro de la escuela primaria; es posible que no. Yo no lo he visto; los maestros no me han hablado de él; ni ningún niño me lo ha comentado.
Sí; el problema de nuestra escuela no es llenarla de libros tal como lo hemos hecho; sino el con qué librosdebemos de llenarlas. En las mismas, tengo la impresión que se ha expulsado al gran Alfonso Reyes. Como también se expulsó a la creación literaria más grande de autoestima que un niño puede tener: El Patito Feode Andersen; los cuentos de Charles Perrault, como la Cenicienta; las fábulas de Esopo o de La Fontaine; las extraordinarias narraciones de La Mitología de la Antigüedad Clásica; la poesía de Nervo; la de Gabriela Mistral; los cuentos de Ignacio Manuel Altamirano; entre otros grandes del genio literario.
De esta manera, nuestros niños mexicanos se han perdido de conocer una de las creaciones literarias máshermosas de México: “Sol de Monterrey” de Alfonso Reyes. Después de mi primaria, ya no supe más de Alfonso Reyes. En nuestras escuelas difícilmente se habla de él. Fue hasta 1981, cuando recién llego a la Universidad Pedagógica Nacional, que me lo vuelvo a encontrar. En la biblioteca de la misma estaba toda su Obra Completa que el Fondo de Cultura Económica publicó en una edición de 24 o 25 libros. Leí cada uno de los índices de estos volúmenes. Nada me interesó entonces de ellos. Alfonso Reyes seguía siendo para mí, solo el “Sol de Monterrey”.
Hace algunos años leí por allí algo que me llamó la atención: El gran Jorge Luis Borges estimaba en mucho la obra de Alfonso Reyes; catalogando a este como uno de los más grandes de la Literatura Americana. Me sorprendió gratamente esta opinión de Borges;aunque me preguntaba qué es lo que él admiraba de Alfonso Reyes. Era yo, como lo sigo siendo, un ignorante de la obra de ambos. En los estudios asistemáticos que desde hace algún tiempo vengo haciendo de la Filosofía y la Cultura en la Antigüedad Clásica, me interesaron dos libros de Alfonso Reyes: Grecia; y Mitología Griega. Al leer el prólogo de la edición de Grecia, que hace Teresa Jiménez Calvente, descubrí la importancia de Alfonso Reyes en la Literatura y la Filosofía: Él es, el más grande helenista de este continente; de allí la admiración de Borges por él. La inmensa mayoría de la obra de Alfonso Reyes está dedicada a la Antigüedad Clásica; y más particularmente a Grecia. Alfonso Reyes, como él mismo lo dice, es Heleno más que romano. Este secreto lo desvelé este año; justamente cuando estoy retornado a mis clases en la Universidad Pedagógica Nacional. Ansioso, dirigí mis pasos a los anaqueles de la biblioteca, recordando que allí estaba la obra completa de él hace ya más de 38 años. La encontré. Los libros mucho más viejos y maltratados; uno de ellos hasta con polilla. Pero allí estaban. Releí los índices de los mismos. ¡Qué ensayos, qué artículos, qué apuntes! ¡Nada sobra, nada falta! ¡La filosofía en Grecia; la batalla de Maratón; la literatura del Siglo de Oro; el Quijote; la guerra Civil Española; el positivismo en la educación en México; la Retórica en Grecia! ¡Lo que no vi antes, lo veo hoy! ¡Nada sobra, nada falta! Sentí que el espíritu de Alfonso Reyes me esperaba. Hoy empiezo a saber de él, algo más de su “Sol de Monterrey”. Me hace mucho bien este reencuentro. Alfonso Reyes reconstruye en mí sus cátedras.
¡Un saludo para Todos!
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